jueves, 24 de noviembre de 2011

Selma Ancira en Argentina


El pasado 14 de noviembre, la traductora Selma Ancira presentó la charla "Marina y la música" en el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires (la foto está tomada de la entrada correspondiente en el blog del Club, donde aparece también una reseña biográfica de Selma). Para nuestra fortuna, el Club realiza sus reuniones en el Centro Cultural de España de Buenos Aires, que graba todas sus actividades, así que podemos ver la videograbación de la charla en este enlace:


La presencia de Selma en Argentina se enmarca en la Semana Tsvietáieva organizada por Sofía González Bonorino en la Biblioteca Nacional, y su plática se centró en la musicalidad y otros rasgos peculiares de la escritura de esta autora rusa. Muchas de las referencias que hace son al libro Mi madre y la música de Tsvietáieva, traducido por Selma y publicado este año en México por Ediciones Sin Nombre (pueden ver la portada aquí).

La relación de Selma Ancira con Tsvietáieva ha acumulado ya unos treinta años de intercambios apasionados, así que en su caso la inevitable intimidad que se establece entre un traductor y su escritor, incluso en los affairs más breves, ha alcanzado una madurez que permite narrar experiencias que van mucho más allá de lo anecdótico. Por ejemplo, cuenta Selma cómo ha ido profundizándose su acercamiento a las obras de Tsvietáieva al ir conociendo de primera mano lo que en ellas se menciona y cómo esto ha transformado su manera de traducirla. Dice:

"Durante estos más de veinte años, en algunos casi treinta años, que separan las antiguas traducciones de las nuevas, he visitado muchos lugares a los que Tsvietáieva estaba vinculada y de los que habla constantemente en sus obras: el río Oká de su infancia, Praga y sus alrededores, París y sus suburbios, Ielábuga en Tatarstán, Koktevel en Crimea, Berlín... Entonces, cuando comencé a traducirla, no eran más que sonidos que contenían alguna información biográfica y geográfica, y que se han convertido en imágenes con colores, texturas, sonidos, olores, y en mi caso, esto indiscutiblemente enriquece la traducción.

Además, en estos años se me ha ido afinando el oído en lo que a la música de Tsvietáieva se refiere. Me siento más perceptiva a sus sonidos, sus cadencias, sus giros, al ritmo interno de su prosa. A veces llego a oírla incluso antes de terminar de leer la frase. Esto sin duda debe de ser el resultado de tantos años de convivencia.

¿A qué me refiero cuando digo convivencia? No me refiero sólo al hecho de traducirla y leerla, sino también al haber leído, a lo largo de los años, los libros que ella leyó y fueron importantes para ella [...], haberme acercado a las biografía o a la obra de quienes estuvieron cerca de ella o fueron importantes para ella; Rilke y Pasternak, sobre todo.

Y, finalmente, algo fundamental para mi trabajo: haberme adentrado en el mundo de sus traducciones. Ha sido muy revelador ir descubriendo qué pensaba y cómo entendía la traducción literaria."

En relación con la manera de traducir de Tsvietáieva, Selma cita la carta que le escribió Tsvietáieva a André Gide a propósito de sus traducciones al francés de Pushkin: "Lo que sobre todo quise fue seguir a Pushkin lo más cerca posible, sin ser su esclava, lo que indiscutiblemente habría hecho que me quedara yo a la zaga del texto del poeta. Y cada vez que sentía ganas de esclavizarme, el poema perdía".

Partiendo de este conocimiento cada vez más intenso de su autora, Selma está volviendo a traducir sus obras, no porque sean incorrectas las versiones anteriores, sino porque ahora puede ofrecer unas donde devuelve a la autora sus marcas, sus giros y su música, en que la traduce como a ella le hubiera gustado ser traducida, porque era también la manera en que traducía a sus autores. Y todo esto es ganancia finalmente para los lectores.

Selma subraya la importancia de que un mismo traductor establezca una relación así de profunda y longeva con un autor, porque es lo que permite mantener las concordancias internas de su escritura, ir conociendo sus marcas características y conservarlas en los textos traducidos, y estas pistas son las que finalmente le permiten al lector ir conociendo la obra de que se trate. Y aclara que esto no significa que sólo un traductor exclusivamente deba traducir a cada autor.

Sin establecer reglas generales, porque aclara que no las hay, que "cada autor te dice cómo quiere ser traducido", Selma va dando en esta charla cantidad de pistas reveladoras que van más allá de las particularidades de sus textos. Así como para Selma la carta de Tsvietáieva a Gide es una clase magistral sobre traducción literaria, así también las pláticas de Selma son clases magistrales sobre cómo podemos y debemos elaborar nuestras experiencias de traducción, que finalmente alimentan nuestras decisiones y nuestras relaciones con los autores, los lectores, los editores y los colegas traductores.

Las experiencias elaboradas de esta manera, las "experiencias elocuentes", como las llama Patricia Willson, son el justo punto medio entre las anécdotas simpáticas pero intrascendentes y las teorías interesantes pero a veces muy abstractas. Nos hace mucha falta escuchar más experiencias así y también aprender a elaborar las propias.

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