viernes, 19 de agosto de 2016

Diez consejos para cuando vayan a Looren


Diez consejos para cuando vayan a Looren
Lucrecia Orensanz

Queridos colegas:

Reúno aquí diez puntos que me resultaron (o hubieran resultado) útiles a principios de este año durante la estancia en Looren dentro del programa Looren América Latina (aquí el relato). Para quien quiera poner en práctica estos diez sabios consejos, sigue abierta hasta el 31 de agosto la convocatoria 2017 de las Becas Looren América Latina, cuyas bases pueden consultar en este enlace (recuerden que necesitan tener un contrato editorial por la traducción que van a trabajar y, de preferencia, realizar algún tipo de trabajo gremial o de gestión de redes). Van, pues, los diez puntos:

1. Por muchos escalofríos que les pueda provocar la imagen de arriba, no lleven muchos suéteres ni ropa de abrigo, porque allá todos los interiores, incluido el transporte, tienen calefacción (incluso en exceso). Para cuando salgan, basta con una buena chamarra y botas o zapatos gruesos para caminar en la nieve. Pero para interiores es más que suficiente con la ropa normal, si acaso una playeras de manga larga y un suetercillo ligero. Esto me lo recomendaron Pablo Ingberg y Claudia Cabrera, y se los agradezco en verdad. Para muchos parecerá una tontería, pero parece que en América Latina, o al menos en México, vivimos bajo el mito subtropical y creemos que en nuestros países siempre hace buen tiempo, de modo que los espacios que habitamos no están adaptados al frío y cuando baja la temperatura (y es lo mismo cada año durante varias semanas), tenemos frío constantemente, sea afuera o adentro, de día o de noche, en casa, en la calle, en el trabajo, en la escuela, siempre y en todas partes. Entonces trasladamos esa sensación a un lugar donde nieva y nuestra mente la multiplica y sólo piensa en abastecerse de suéteres. Pero la verdad es que allá uno no tiene frío nunca. Y por cierto, qué agradable fue no pasar frío.

2. Aparte de aligerar la maleta de ropa de abrigo, pueden sacar más cosas. Por ejemplo, no lleven toallas, porque les van a dar varias de distintos tamaños y grosores, cada una para un uso específico inimaginable (mejor preguntar para qué es cada una), todas en perfecto estado y con olor a lavanda. Tampoco lleven ropa de cama, aplica la misma explicación. También pueden sacar de la maleta algunos implementos que necesiten para su rutina cotidiana, porque la casa cuenta con artilugios de lo más inverosímiles. Por ejemplo, si hacen yoga, no hace falta que lleven su tapetito, porque allá hay varios. Si son cafeteros devotos, no hace falta que transporten la cafetera favorita, allá hay varias. Ni siquiera es muy necesario que lleven computadora, porque allá les pueden prestar una. Y si tienen alguna duda sobre si hay o no tal o cual cosa, les pueden preguntar a las chicas de la administración, que son sumamente accesibles y les responderán al instante en cualquiera de veintisiete lenguas distintas. Y en general, llévense poca ropa, porque hay un enorme espacio de lavado y secado que funciona a la perfección, así que pueden lavar varias veces esos pocos cambios de ropa que lleven.

3. El espacio que les quedó libre en la maleta después de quitar la ropa de abrigo, toallas, computadora y la colcha que les tejió la abuelita para el bautizo, lo pueden llenar con algunos alimentos o sustancias que sean necesarios para ustedes y que allá no puedan conseguir o que resulten demasiado caros. Allá todo es carísimo y aplica bien la frase que nos enseñó Sonia Verjovsky: "En Suiza, el que convierte no se divierte". Entonces mejor no pensar en pesos, y para evitarlo, algunas previsiones vienen bien. Por ejemplo, Aníbal Campos me recomendó que llevara bastante café, y le agradezco mucho el consejo. Me llevé casi dos kilos, así que alcanzó bien para las semanas que estuve y todavía para dejarles a los que estaban ahí cuando me fui, y como era un café muy rico, fue bien recibido. Como con cualquier viaje, ir para allá es una buena oportunidad para cambiar hábitos y comer cosas locales, pero todos tenemos alguna rutina o vicio (como en mi caso el café por la mañana) que requiere algún insumo que vale la pena llevar. Y como parte de esto mismo, llévense (y tómense) sus vitaminas, para que no desperdicien parte de la estancia en estar enfermos.

4. Como aún les quedará espacio en la maleta después de agregar los insumos de su vicio personal, les recomiendo llevar algún alimento local de su región para compartir, porque hay la tradición de que cada tanto uno de los huéspedes cocina una cena para todos. No es obligatorio, pero la mayoría acaba entrándole a la fiesta. Esto aparte de las cenas semanales que cocina Marco. En las semanas que estuvimos allá las latinoamericanas, nos tocó comer tortilla española, pimientos rellenos a la búlgara y un menú turco cuyo nombre se perdió en el licuado multilingüe de esas cenas. Bien hubiera podido llevarme medio kilo de mole en pasta y un kilo de minsa para hacer una moliza, pero en su momento pensé que era una tontería. Mal hecho. Cuando fue el turno de la delegación latinoamericana, hicimos empanadas, que no eran representativas de ninguno de nuestros países, pero fueron bien recibidas. Y sí me había llevado una botella de mezcal que me regalaron para el viaje y que también fue bien recibida.

5. Y aun así les seguirá quedando espacio, entonces les recomiendo que lleven un regalito para la gente que atiende la casa y que les va a estar ayudando desde los trámites y durante la estancia. Estas personas son Marco Rüegg, que es como el mayordomo de la casa y que aprecia muchos los buenos vinos locales de distintas partes del mundo; el equipo administrativo de la casa, que son Gabi Stöckli, la directora, Monica Mutti, que les va a dar todas las indicaciones para llegada y viáticos, Zorka Ciklaminy, Florence Widmer-Schnyder y Janine Messerli; y el dúo dinámico formado por Vesna Kašic y Fatema Mouradi, que se encarga de que la casa esté siempre resplandeciente (el hijo de Fatema, por cierto, muy amablemente me ayudó a encontrar la casa a altas horas de la noche). Los pueden ir conociendo en este enlace.

6. Consideren que la casa está lejos de todo y que allá en Heidilandia siguen estrictos horarios de descanso, de modo que en domingo no pueden conseguir nada que les haga falta, en sábado sólo en ciertas horas en la tiendita del caserío cercano, Wernetshausen, e incluso entre semana sólo en un horario bastante estricto e indescifrable para nuestra lógica latinoamericana. Todo esto viene a cuento porque si llegan el sábado en la noche, por ejemplo (como me pasó a mí), tengan la precaución de llevar alguna cosita que puedan cenar ese día y desayunar al siguiente, en lo que le agarran la onda a la casa y al rumbo, algún pan o fruta seca o algo que pase la aduana, porque allá nada de que me doy una vuelta al Oxxo o al K-mart por un cuartito de leche o una caguama. Como complemento de esto, existe en la cocina de la casa una despensa comunitaria donde los residentes anteriores van dejando alimentos no perecederos que ya no necesitan, de modo que les conviene echarse una asomada ahí antes de ir de compras. Esto es una muy buena recomendación cortesía de Aníbal Campos, sólo que en ese momento inmediato de la llegada es un poco difícil echar mano de la despensa colectiva, por ese es bueno llevar un pequeño lonche.

7. Una gran recomendación que me hizo Pablo Ingberg fue comprar un boleto mensual para el cantón de Zurich, para lo cual deben llevarse una foto tamaño pasaporte o carnet (o en su defecto lo que en México llamamos "tamaño infantil"). Este boleto les cuesta como 130 francos si es para usar después de las 9am (más caro si es antes), que suena a bastante, pero para ir de Zurich a la casa, de todos modos tienen que tomar un tren que les va a costar como 23 francos, y a lo largo de la estancia seguramente van a hacer al menos otros viajes a Zurich, ya sea para las actividades que se organizan como parte de la estancia, o bien para llegar a otras partes. Por otra parte, el mismo programa les va a otorgar como cortesía un pase por un día, que pueden usar en cualquier fecha. Tanto el pase mensual como el diario que les den incluyen un recorrido en barco por el lago. Considerando las salidas que piensen hacer, valoren si les conviene lo del pase mensual. A mí me sirvió mucho, y como la estancia rebasó un poco el mes, usé el pase de cortesía para llegar al aeropuerto ya para regresar. Por cierto, al sacar su boleto de avión, consideren que no sea a una hora a la que resulte imposible transportarse: yo ni pensé en esto y mi avión salía a las 7am, de modo que tuve que pasar la noche en el aeropuerto (interesante --platiqué con varios loquitos, y uno de ellos hasta me regaló un pequeño cuadro de su autoría, que luego regalé por si estaba poseído--, pero no lo recomendaría como parte del plan).

8. Si traducen de una de las lenguas oficiales de Suiza (francés, italiano, alemán o romanche), la fundación ProHelvetia les va a regalar cinco libros de su elección publicados en Suiza. Vayan pensando qué libros quieren, para que cuando les escriba Zorka Ciklaminy para pedirles su carta a los Reyes, no los agarre de sorpresa sin saber qué pedir. Si no tienen ninguna pista sobre literatura suiza, pueden escuchar la charla que nos compartió el año pasado Aníbal Campos o echarse una zambullida a la selección de libros que hace cada año ProHelvetia y de ahí ir navegando. Por ejemplo, si traducen de italiano o francés, se pueden guiar por las editoriales y luego visitar sus catálogos.

9. Desde que lleguen, lo más pronto que puedan, suban al Bachtel, que es la "montaña" cercana, y van a querer ir todos los días. Pueden seguir las indicaciones en los senderos, o bien preguntarle a la gente de la casa, pero no está lejos y mientras caminen hacia arriba, seguro llegan. Hasta arriba del Bachtel hay una torre de transmisión a la que pueden subir por una escalera metálica y desde donde se ven todos los valles y los Alpes alrededor. Esto es hermoso. Pero lo más espectacular es el columpio gigante que está cerca de la torre y con el cual sienten que pueden lanzarse volando hacia el valle. Más que cualquier cosa, por ese columpio espero un día volver a Looren. Le agradezco a Kriton Iliópoulos esta foto de una vez que subimos.


10. Por último, desempolven su francés, alemán, inglés, italiano, ruso, rumano, catalán, búlgaro, griego, chino y ucraniano, porque les van a venir bien durante las cenas colectivas y los encuentros en la cocina. En su defecto, podrán arreglárselas con el schwyzertütsch o el romanche que aprendieron en la primaria. También pueden rescatar de sus años prelingüísticos el Gran Diccionario Universal de Caras y Gestos.

Y como pilón, hubo una experiencia extraña que no logro clasificar y de la cual no puedo derivar un consejo, pero que me parece importante compartir. Desde que llegué, tuve la sensación de que en todo momento estaba a punto de romper algo o quebrantar alguna norma importante e indescifrable. Todo está tan en su sitio, cada objeto tiene un lugar tan exacto y una función tan precisa, todo es tan silencioso, todos los humanos locales, incluso los niños, parecen tan determinados respecto de sus acciones y cada uno de sus gestos parece tan económico y dirigido, que yo me sentía continuamente a punto de destruir algo. Por fortuna, creo que no rompí nada material o simbólico, pero el día antes de irme, en el último recorrido por los alrededores, fui encontrando en mal estado varios objetos que me habían llamado la atención y que había mirado con curiosidad durante las semanas anteriores. Fue un poco perturbador: aquella gallinita de colores colocada como adorno sobre un buzón, ¡caída!; aquel duendecillo metálico que custodiaba un jardín y al que le había tomado una foto, ¡tirado y con un brazo desprendido!; aquel poste que delimitaba un terreno, ¡partido por la mitad!; aquel letrero con un búho al que le había tomado una foto para mi mamá, ¡colgando de un solo remache! ¿Simple casualidad? Eso espero, o quizás un gesto de despedida...







3 comentarios:

  1. Lucre, me encantaron tus consejos, resultan una especie de relato de viajero. Siento que me di una vuelta por allá contigo. No es que vaya a looren, así que un poquito ya fui. Besoooooo

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  2. Jejeje. Me he reído con ganas leyendo estos consejos.¡Estupendo!
    Aníbal

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    1. ¡Gracias, Yael! ¡Gracias, Aníbal! Besos para ustedes hasta donde anden...

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